Carmen Jerez, de 51 años, y Nilda Gregoria Santucho, de 52, se acercan al auto de LA GACETA apenas lo ven. Quieren contar las privaciones del barrio y los enojos de la gente. Y lo hacen de manera incesante y superpuesta.

- Aquí no entran ni el gobernador ni su esposa. Llegán nomás hasta dónde hay pavimento.

- Los políticos sólo mandan gente a pintar. Para pintar sí tienen.

- Si nos quedamos quietas, nos pintan a nosotras.

- Pero nunca resuelven nada.

- Y los que se agarraron esta zona no dejan que entre otro político a darnos una solución.

- Si alguno quiere venir, ahí nomás lo sacan a los tiros.

- Acá cerca (en el barrio Ejército Argentino) es donde se agarraron a las trompadas (militantes del legislador Armando Cortalezzi y del edil Christian Rodríguez) cuando pararon las máquinas que estaban enripiando (a fines de abril).

Toman aire. Se aplacan. Y entonces comienzan a confesarse.

"Hace mucho que no quiero salir a caminar. Tengo un hijo discapacitado y no me quisieron construir un bañito. Es terrible lo que hacen con la gente. Vienen y le remueven hasta la última hilachita... y después, nada", dice Carmen.

Después de las inundaciones de febrero, ella armó 32 expedientes pidiendo al Estado casillas, chapas, colchones, colchas, calzado, joggings. "Ya están encima las vacaciones de julio y ni los delantales llegaron", se enoja.

"Nadie del Gobierno viene a vernos. El otro día, pasó la camioneta de Desarrollo Social, y aunque les hicimos señas y se lo pedimos, no quisieron parar", se indigna Nilda.

"Hay mucha droga y desesperación", interrumpe María Antonia Galarza, otra vecina cincuentona que se suma a rezar el rosario de demandas. "Los chicos se tiran al abandono o se matan. Las chicas de 12 prefieren embarazarse para cobrar el subsidio, aunque después no tengan para comer", sintetiza.